Si yo te pidiera la paz, ¿qué me darías
pequeño insecto de la memoria de quien soy
nido y alimento? Si yo te pidiera la paz,
la piedra del silencio cubriéndome de polvo,
la voz limpia de los frutos, ¿qué me darías
respiración pausada de otro cuerpo
debajo de mi cuerpo?
Perdona que esté tan solo, y hablarte aún
de mi exilio. Perdona si no te pido
la paz. Sólo pregunto: ¿qué me darías
a
cambio si te la pidiese? ¿El sol? ¿La sabiduría?
¿Un caballo de ojos verdes? ¿Un campo de batalla
para grabar en él tu nombre junto al mío?
¿O sólo un cuchillo de fuego, intranquilo,
en el centro del corazón?
Nada te pido, nada. Visito, simplemente,
tu cuerpo de ceniza. Hablo de mí,
te entrego mi destino. Y la muerte vivo
sólo preguntándote: ¿qué me darías
si te pidiera la paz
y
supieras cómo la quiero construida
con las materias vivas de la libertad?
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