Arena de dulces tierras que sala la gota, el río, las olas...
Sal de mi vida en el azul mar,
entra en pos un delirio, un eco que pinta y que brinda con espuma sobre la roca una barca,
un verano asido al templo del viento, enmascarado de brisa y de rocío,
por la borda resbalan sueños peregrinos, párvulo candil de trola,
que te asomas tímido por los escondrijos.
Elevaste sin asir el tiempo tu cadencia sentenciosa, risa al fuego y caraba dulce en cama del viajero,
encontraste un dolor ajeno que compartido se hizo del resto y entre la broza; estera, máscara de nada que vistes sombras y rodeos, creas y destruyes un anhelo.
Cuánta nostalgia braman tus ojos mitigados después de un beso santo y de haber amado tanto, en el suplicio de un caballero se encuentra fuerza en el brío de una estela, candil, concha y quimera que dicta y que dispone una vida en trinchera.