sábado, 4 de octubre de 2014

Umbrales

Amado mío, tu sangre me ha envenenado
como un elixir de polvo cósmico,
como la risa de un niño en medio de un paisaje bélico;
me ha corrompido la angustia y el llanto.

Entre tu sueño y el mío,
entre el fuego que arde, así de fuerte,
así de intenso, así de inperpetuable
entre tu piel y mi piel...

Entre todo eso que quizá pudiese nunca,
jamás contarse: dirijo mis suspiros al viento,
y proclamo desde las hendiduras del tiempo 
el hecho, el único hecho que me procura existencia,
que con desespero, entre adagios y umbrales
mi alma canta...

Te amo.